Llevaba una semana siguiendo la dieta del Doctor Craig a base de unas pastillas adelgazantes color rojo sangre, y realmente eran todo un éxito. No es que yo considerase que estaba gorda, algún quilito de más sí tenía, pero la verdad es que empecé la dieta porque el doctor me aseguró que conseguiría el cuerpo que necesitaba para que Harry, el bruto insensible con el que me casé, al fin se fijara en mí. Estaba distante, en la cama ni siquiera me tocaba. Sus repetidas ausencias me hacían imaginar que había conocido a otra, y eso me acabó de convencer para empezar la dieta. En tan sólo siete días perdí las cartucheras, y en dos semanas tuve que cambiar mi vestuario: necesitaba tres tallas menos de las que había usado hasta el momento. A la tercera semana mis senos empezaron a menguar, y eso me fastidió. Siempre he estado muy orgullosa de mis voluptuosos pechos.
Empecé a preocuparme el día en que mis sujetadores quedaron tristemente vacíos, y vi que donde habían convivido siempre mis dos queridas tetas, empezaba a asomar un vello puntiagudo y molesto. Fui a ver al doctor y no pareció sorprenderse de los resultados de las pruebas. Incluso me pareció ver una sonrisa de satisfacción en sus labios.
Empecé a preocuparme el día en que mis sujetadores quedaron tristemente vacíos, y vi que donde habían convivido siempre mis dos queridas tetas, empezaba a asomar un vello puntiagudo y molesto. Fui a ver al doctor y no pareció sorprenderse de los resultados de las pruebas. Incluso me pareció ver una sonrisa de satisfacción en sus labios.
Una tarde, en la ducha, me encontré un tumor en la entrepierna. Me alarmé. Estaba segura de que las pastillas eran la causa de mi recién desarrollado cáncer de matriz –¿he dicho ya que soy hipocondríaca?–, pero no quería sacar las cosas de contexto y volví a visitar al doctor. No me atendió, estaba ocupado con otro paciente, y ninguno de sus colegas podía atenderme.
Me fui a casa asustada. Harry no estaba. Era extraño porque en la tele había fútbol. Me quedé dormida en el sofá, y al llegar mi marido me despertó para que le preparase la cena. Después de cenar me di un baño, y al mirarme en el espejo descubrí con horror que el tumor no era tal, sino un muy bien definido miembro masculino, incluso tenía las dos cositas colgando llenas de pelos. Mi cara parecía la de un camionero, y en el revés de mis manos había una mata de asqueroso pelo negro.
Salí corriendo desnuda del cuarto de baño, y me encontré a Harry desnudo, con una sonrisa de oreja a oreja, en su mano una pastilla rojo sangre, mostrando orgulloso unos pechos de mujer 10 y unas piernas largas y lisas que cualquier top model hubiera deseado.
2 comentaris:
El dia que et descobreixin suaràs euros.
LCS
PD. Precisosos
Ja ja ja, moltes gràcies. Però no és per tant...
Publica un comentari a l'entrada